Por Gonzalo Manzo.

Hace 10 años nace la biblia de la nueva psicodelia, en español, el interlocutor, el parlante interno. Una creación dualista, primitiva y con tintes futuristas que marcó un hito en cuanto a rock inspirado en la vieja usanza. Basado en el uso de equipamiento analógico y trabajo autogestionado, en lo que podríamos llamar sonido vintage, enmarcado desde la intencionalidad y las letras en un existencialismo expresivo en el que atmósferas surrealistas se elevan y son tierra al mismo tiempo, alternándose entre paisajes oníricos y quiebres catárticos. Fracciones de portales sónicos que, con fulgor en las cuerdas, pastosas desde las entrañas del fuzz, nos trasladan hacia los sesentas y setentas. Artistas como Cream, The Beach Boys, Blue Cheer y The Beatles resuenan desde Innerspeaker así como desde la anterior producción homónima de 2008. Este sobrino musical de Lennon nos regaló un fonograma que el mismo grabó para luego ser mezclado y masterizado en Modular Recordings. Y es que el timbre de voz de Kevin Parker (voz y guitarra) nos puede evocar a John Lennon, y no solo eso, además la batería a Ringo Starr y algunas melodías a las creadas por George Harrison. A Paul McCartney tal vez podríamos encontrarlo en el homónimo, donde es totalmente diferente la emisión vocal, menos susurrada y con más cuerpo.

De 53 minutos y fracción constan en total las 11 canciones cuyo estilo Parker describe como “dream pop un poco arenoso y rítmico, groove lo-fi pero al mismo tiempo áspero”. Definición acertada que nos ayuda a abordar un estilo dualista que deambula, como dijimos antes, entre el rock y el pop, entre el pasado y el futuro, la luz y la oscuridad. Todo comienza con «It’s Not Meant To Be» que, con su bajo cantable e inmediato uso del mítico pedal de phaser “smallstone” de Electroharmonix en las guitarras, nos evoca el movimiento ondulante de “Aeroplane” de Red Hot Chili Peppers (One Hot Minute, 1995); «Desire Be, Desire Go», incluido en el E.P. de 2008, nos mueve en su trance existencialista entremedio de cortes con timbales solemnes y de un interludio con tonos orientales. «Alter Ego» sale a la luz donde podemos apreciar la característica synth guitar (que fuera estrenada en la canción “Skeleton Tiger” del disco homónimo, encontrándose también en la canción «Slide Trough My Fingers»). Entonando “The only one who’s really judging you is yourself, nobody else”, Parker nos habla como desde el más allá, como si estuviera inspirado en su propia sanación, tal vez.

«Lucidity» apela directamente al uso de sustancias para expandir la consciencia con su ritmo distendido y bailable, destacándose un quiebre dramático que emite una melodía con intervalos de tercera mayor y menor, lo cual es seguido por la sencilla, estelar y emotiva «Why Won’t You Make Up Your Mind?», con sus características guitarras paralelas envueltas en fuzzface que desembocan en «Solitude Is Bliss», canción que habla del disfrute personal, con un marcado ritmo funkrockero en el que también se oye un piano, como sucede en “Cemento” de los patagónicos Hielo Negro. Se deja caer la «Jeremy’s Storm» con su entretenido arpegio que transcurre acumulando agua fosforescente para decantar en la verdadera tormenta, disonando entre re (la afinación de este disco se crea bajando, desde la afinación standard de MI, cada cuerda de los instrumentos 2 semitonos o 1 tono), Mi bemol y Re bemol hacia la conclusión. La primera canción ternaria del disco es «Expectation», que se vislumbra como una serpiente con piel modulatoria, cuyo final le hace una “camita” al bajo para que cante en modalidad doria, lo cual sucede también en el primer track. «The Bold Arrow Of Time» es, si se quiere, junto a «Desire Be, Desire Go», la canción nexo hacia la época temprana de Tame Impala, con una melodía ondera que nos recuerda a la de “I Want You (She’s So Heavy)” de The Beatles (Abbey Road, 1969), y que en formato CD figura con un final oculto donde un sintetizador se deja observar, sirviendo de antesala para «Runway, Houses, City, Clouds», donde llegamos a un punto cúlmine en el que se despliega toda la intensidad y psicodelia de Tame Impala desde un riff muy oreja que bien podría figurar dentro una canción de heavy metal, lo cual nos traslada hacia el firmamento donde titila la ya épica synth guitar frente a la cual todo flota y canta. «I Really Don’t Mind» nos despabila de este sueño lúcido con su andar animado no sin antes empaparnos una última vez con un envolvente sintetizador que hace a la vez un saludo hacia lo que más tarde sería tónica en el sonido de Lonerism (2012), Currents (2015) y The Slow Rush (2020), el uso de sintetizadores, teclados, secuenciadores y otras máquinas que se ocuparían para crear éxitos como “Elephant”, “Apocalypse Dreams”, “Mind Mischief” y “The Less I Know The Better”.

Si bien los créditos de las canciones figuran bajo Tame Impala, Parker se adjudica la ejecución de todos los instrumentos, excepto en algunas ocasiones. Dominic Simper grabó el bajo en «The Bold Arrow of Time» e “Island Walking” (bonus track que encontramos en la edición de vinilo), segunda guitarra en «Runaway, Houses, City, Clouds», y efectos sonoros en «Jeremy’s Storm». Jay Watson (miembro además de Pond y Gum) facturó la batería en «Solitude Is Bliss», «The Bold Arrow of Time» e “Island Walking”, además de la guitarra en el outro de «The Bold Arrow of Time». Los músicos nombrados junto a Nick Allbrook fueron miembros de la banda durante la gira del lanzamiento de Innerspeaker, desvinculándose posteriormente este último para continuar con su proyecto Pond, donde canta y toca guitarra eléctrica. En los créditos además figura Tansie Bennetts, quien aportó con aplausos para el corte «Lucidity», el cual cuenta con video clip, al igual que «Expectation» y «Solitude Is bliss».

Lo que Parker hizo fue finalmente condensar un abanico de influencias y vivencias que convivían dentro suyo, plasmando un lenguaje musical simple pero cargado de expresividad, ambientación y percusión, sabiendo trabajar un sonido que apunta a lo cálido, a lo orgánico, con personalidad y presencia. Sacándole el jugo a las guitarras y a sus posibilidades a nivel de recursos y efectos, como también hizo un poco a la hora de producir el símil femenino de Innerspeaker, Melody’s Echo Chamber de 2012 de la cantautora francesa Melody Prochet. Desde Perth, oeste de Australia, yace escrita esta historia que, mediante temáticas existencialistas e introspectivas, pero también liberadoras, forjó parte importante en una de las bandas más influyentes y atractivas de la década.