6 de noviembre 2025.

Por Cristián Zúñiga.
Fotografías por Marcelo González.

Este jueves 6 de noviembre, Santiago amaneció bajo alerta meteorológica: lluvias torrenciales, ráfagas de viento y un cielo que parecía no querer abrirse en todo el día. Sin embargo, ni el clima ni el barro detuvieron a quienes llegaron al Parque de las Esculturas para presenciar uno de los sideshows más esperados del Festival Fauna Primavera 2025: el regreso de Yo La Tengo a Chile. Lo que pudo haber sido un obstáculo se transformó en una escena perfecta para la música del trío de Hoboken: íntima, melancólica y luminosa incluso en medio del temporal.

Bajo una llovizna que por momentos se volvió aguacero, Ira Kaplan, Georgia Hubley y James McNew salieron al escenario con la serenidad de quien confía plenamente en el poder de sus canciones. Sin grandes palabras, abrieron con “Green Arrow”, una pieza casi muda, tejida de rasgueos, murmullos eléctricos y una atmósfera tan frágil que parecía desvanecerse con el sonido del agua golpeando el suelo. Desde los primeros acordes, el público empapado, cubierto por capas, paraguas o simples chaquetas comprendió que la noche sería distinta: el clima no era un enemigo, sino una textura más dentro del paisaje sonoro que Yo La Tengo construía.

El viaje continuó con “Moby Octopad” y “Sudden Organ”, donde el trío desplegó su característico vaivén entre lo etéreo y lo abrasivo. En “Black Flowers” y “Tonight’s Episode” la intensidad se volvió cálida, casi doméstica, como un fuego pequeño en medio del frío. A esas alturas, la conexión entre banda y audiencia era total. Nadie parecía dispuesto a moverse; había algo hipnótico en esa quietud colectiva, en ese modo silencioso en que todos resistían el agua y el viento por seguir dentro de ese refugio sonoro.

En “Polynesia #1”, cover de Michael Hurley, Georgia tomó la voz con una dulzura que hizo olvidar la tormenta. Su canto, tenue pero firme, parecía cuidar a los presentes. Poco después, “Let’s Save Tony Orlando’s House” y “Until It Happens” reafirmaron esa alquimia tan propia del grupo: una mezcla de sencillez pop, ruido espiritual y ternura contenida. Hay algo profundamente humano en la forma en que Yo La Tengo se mueve entre lo sereno y lo caótico sin esfuerzo, como si en cada acorde recordaran que la belleza no necesita pulirse para brillar.

El tramo final fue una ascensión emocional. “This Stupid World” resonó con fuerza contenida, como si la banda quisiera recordarnos que incluso en el caos hay belleza. Luego, la nostalgia eléctrica de “Tom Courtenay” desató uno de los momentos más catárticos de la tarde: un público empapado que coreaba sin importarle nada más, desafiando la lluvia como si esa obstinación fuera parte del rito. Con “Ohm” y una versión desbordante de “Blue Line Swinger”, el trío se entregó por completo al trance del ruido puro. Ira Kaplan, sonriente, jugaba con la guitarra al borde del feedback mientras el agua caía con más fuerza: un cuadro casi cinematográfico de comunión entre descontrol y calma, entre entrega y resistencia.

El encore fue una delicada rendición de “Speeding Motorcycle”, de Daniel Johnston. Con las luces ya bajas y el público en silencio, Georgia volvió a cantar con una serenidad que convertía la tormenta en un arrullo. Fue un cierre perfecto: una canción mínima, frágil y profundamente emotiva, sostenida solo por la voz y la respiración compartida de quienes permanecían bajo la lluvia. Por un instante, el tiempo pareció detenerse.

Cuando el último acorde se desvaneció, nadie se movió de inmediato. Algunos se abrazaban; otros miraban el cielo, intentando memorizar el ruido del agua mezclado con los últimos ecos del concierto. Lo que había ocurrido no fue solo un show, sino una experiencia compartida, casi ritual, donde la vulnerabilidad de la banda, del clima, del público se volvió una sola materia. Yo La Tengo no desafió las condiciones del tiempo: las incorporó, las volvió parte de su lenguaje. Por una tarde, el Parque de las Esculturas se transformó en un refugio sonoro y emocional, un lugar donde la música y la lluvia dialogaron en silencio. Un acto de entrega y belleza imperfecta que quedará grabado en la memoria de quienes decidieron quedarse, mojados, felices y completamente presentes.

Y es que Yo La Tengo tiene esa cualidad única de los viejos amigos: esos que uno a veces no ve por años, pero al reencontrarlos todo vuelve a fluir como si nada hubiera pasado. Escucharlos es abrir una caja de recuerdos y encontrar dentro algo que aún respira. Son ese disco que uno deja olvidado en el estante y que, al volver a girar, hace que todo parezca un poco mejor. Así funciona su música: paciente, constante y profundamente humana. Ayer, bajo la lluvia, lo recordamos todos.

Setlist:
Green Arrow
Moby Octopad
Sudden Organ
Black Flowers
Tonight’s Episode
Polynesia #1 (Michael Hurley cover)
Let’s Save Tony Orlando’s House
Until It Happens
This Stupid World
Tom Courtenay
Ohm
Blue Line Swinger
Speeding Motorcycle (Daniel Johnston cover)

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