Por Rodrigo Guzmán.

Como el cometa Halley, que se deja ver surcando los cielos de la Tierra cada 76 años, el legendario Paul McCartney vuelve a presentarse en suelo nacional, a cinco años de su último concierto en Chile.

El ícono inglés llega a la Capital a presentar su gira “Freshen Up”, cuyo principal objetivo es promocionar su último álbum de estudio Egypt Station. Dicha producción ha sido elogiada de manera unánime por la crítica especializada, razón por la cual parece desde ya una buena idea presenciar el retorno de “Macca”. Sin embargo, se vuelve necesario revisar un par de razones adicionales por las que el show del británico se perfila como una experiencia única para todo fanático de la música popular.

Un camaleón llamado Paul

Paul McCartney no necesita mayor presentación. Su música e influencia habla por él. Con todo, es imposible disociar su nombre de uno de los conjuntos más populares y trascendentes de la música pop occidental: The Beatles. Componente medular del sonido Beatle, McCartney encarna a la perfección la imagen del artista multifacético, inquieto, lúdico y versátil. Esto es fácilmente verificable a lo largo de la discografía de los fab4, donde es posible advertir los trazos compositivos de Mccartney en canciones que van desde el sonido dulce, melancólico y meloso de “PS I love you”, pasando por la energía y desenfado de “I saw her standing there”, hasta llegar a cortes que sugieren un caos sonoro en “Helter Skelter” y que cargan con severas cuotas de hard rock como “I got a feeling”. Sin embargo, el más inquieto de los de Liverpool ha demostrado incontables veces su capacidad para desbordar los límites del pop y el rock.

En cortes como “For no One», «Eleanor Rigby» y la maravillosa «She’s Leaving Home», se puede oír la fina inquietud y gusto musical de Mccartney, quien en dicha época no sólo vivía de Elvis, Chuck Berry y Buddy Holly, sino también de Jean Sibelius y Beethoveen. Así lo atestiguan los arreglos de violín, viola y chelo que estructuran estas composiciones, prototipos insignes del pop barroco, cuya influencia es palpable en conjuntos que van desde Oasis hasta Animal Collective, pasando por el propio Gustavo Cerati en cortes como “Efecto Dopler” y “Verbo Carne”.

Uno de los elementos más característicos de esta versatilidad musical, es su capacidad vocal. El rango vocal de Mccartney es de 4 octavas, por lo que no es difícil encontrar al ex Beatle dentro de los diferentes listados que consignan a los mejores vocalistas de la historia del pop, junto a monstruos vocales como Mike Patton, Prince o Axl Rose. Esto le permite al británico utilizar su voz como un instrumento más, que modula a voluntad según los requerimientos melódicos del tema vocalizado. Nada tienen que ver los colores e intensidades de “When Im sixty four” con “Sargent Pepper’s lonely heart club band” o “Get Back”. Es este rasgo, camaleónico y mutable, un soporte que estructura la versatilidad y ludicidad sonora que tanto define a Paul Mccartney como intérprete y compositor.

Sin embargo, no todo girará en torno a la historia de los Beatles, pues en el concierto que pronto se avecina, el británico interpretará cortes de Wings y de su carrera solista, destacando entre ellos los singles del propio Egypt Station y otros álbumes más recientes.

Sintiendo el espectáculo

Los conciertos de Paul McCartney son de alta factura e impacto. Acostumbrado a giras y conciertos colosales, el británico ni se amilana ni se arruga para tocar ante audiencias descomunales. Para su presentación de 1990 en el estadio Maracaná, McCartney se manifestó ante más de 180.000 asistentes cariocas, quienes concurrieron en masa al llamado de sir Paul. Asimismo, en el año 2008 el ex Beatle se presentó en la Plaza de la Independencia de Kiev, Ucrania, ante una concurrencia cercana a las 350.000 personas, además de haber tenido el privilegio de tocar en el Anfiteatro Flavio del Coliseo romano. «Creo que somos los primeros músicos en tocar aquí desde la época cristiana» afirmó el inglés una vez arriba del escenario. En este sentido, McCartney es un músico acostumbrado a los grandes espectáculos que, por su propia naturaleza, están orientados a satisfacer a la mayor cantidad de personas. Y él lo hace con soltura y profesionalismo cabal.

Por otro lado, mucho se ha hablado del estado físico y mental de algunos músicos que, por su avanzada edad, se ven imposibilitados para concretar una correcta interpretación de sus canciones en vivo. Uno de los casos más tristemente celebres es el de Chuck Berry, quien tras una bochornosa presentación en Argentina el año 2013, vino a hacer lo propio en el Movistar Arena. Allí, el mítico guitarrista olvidó la letra y los acordes de las canciones que lo volvieron una estrella indeleble del rock & roll tras una deplorable presentación, movida al parecer por la codicia del manager y los familiares de Berry. De tal modo, el mismísimo Ozzy Osbourne ha visto cómo su voz se viene desvaneciendo lentamente con el pasar de los años, cargados, por cierto, de múltiples sustancias y excesos de todo tipo. Sin embargo, nada de esto es posible observar en una presentación de Paul Mccartney, quien a los 76 años conserva todas sus habilidades, si no intactas, al menos cuidadas. La voz del británico conserva su color y sus destrezas interpretativas no han mermado un ápice con el paso del tiempo. El simple hecho de que un músico de más de 70 años se lance a interpretar una composición tan desbordada como «Helter Skelter» con un desparpajo tal, es una muestra de la excepcionalidad de McCartney que se observa con claridad, en Tokyo el año 2013.

Una estrella en tu camino

De un tiempo a esta parte, cuestionar el legado y aporte de los Beatles a la cultura musical humana se ha transformado en el incipiente pasatiempo de algunos despistados. Tal es el caso del locutor de radio Robert Elms o de figuras como Quincy Jones, pasando por supuesto por Frank Zappa quien, tras unas reflexiones más bien miopes, publicó We’re only in it for the money (Sólo estamos aquí por el dinero), con una portada donde satirizaba el Sargent Pepper de los Fab4. Como sea y a la luz de los hechos, es indudable y evidente que el impacto causado por la meteórica discografía de los de Liverpool generó un cráter fértil en el panorama de la música popular. Los Beatles, y particularmente Paul McCartney, desplazaron los límites de la composición y grabación musical a punta de inquietud y experimentación, desde Rubber Soul hasta Let It Be. Todas las razones antes expuestas fundamentan el estatus de leyenda viviente que vela el nombre de McCartney, quien tras sesenta años de actividad musical ininterrumpida viene a confirmar su afamada propuesta en tierras nacionales. Por otro lado, no sabemos a ciencia cierta cuándo se comience a advertir el retiro del británico, pues a pesar de su vitalidad, no podemos olvidar que ya se acerca a los 80 años y que con esto, las fuerzas físicas comienzan a flaquear. Por lo mismo, es esta la oportunidad para presenciar un concierto que promete no sólo un nostálgico pasaje a músicas pioneras, sino también una experiencia compartida junto a uno de los músicos más versátiles que la cultura popular occidental ha visto florecer en su seno. Por ello, no queda otra cosa más que esperar el arribo de Paul McCartney, quien por cuarta vez en Chile promete brindar un concierto a la altura de su vasto legado.

null