Banda invitada: Paranoia
8 de octubre 2025.

Por Ricardo Olivero.
Fotografías por Francisco Aguilar A.

La historia de la música se ha escrito en muchos tonos, pero la de The Adicts siempre ha brillado con purpurina, carcajadas siniestras, una estética innovadora y música desafiante. Estos elementos han sido parte de la banda desde sus orígenes, forjando a uno de los grupos más trascendentales del punk británico y mundial. Esta gira tiene un aire de despedida, o al menos de cierre de ciclo. Sin embargo, no hubo funeral ni melancolía. Lo que se vivió fue una fiesta, con todo lo que eso implica: exceso, color, comunión y un desborde de emoción que solo artistas con décadas de trayectoria pueden provocar.

Hace un par de meses, la banda anunció de forma sorpresiva en sus redes sociales lo que sería su última gira por Latinoamérica, con un mensaje para nuestro país: “Puede ser la última vez, puede que no… de cualquier manera, ¡será una noche inolvidable!”. Y eso fue exactamente lo que ocurrió en Santiago la noche del 8 de octubre. Un Teatro Coliseo repleto, vibrante y transgeneracional, se rindió ante una banda que, a más de cuarenta años de su primer acorde, sigue sabiendo cómo encender el alma del punk con un show sólido. No parecía la presentación de un grupo que se despide de los escenarios, sino la de una banda que reafirma su vigencia eterna en la historia del punk y la música en general.

Esta cumbre del punk no habría sido perfecta sin la presencia de un exponente nacional. La banda santiaguina PARANOIA fue la encargada del espectáculo de apertura, mostrando un punk rock directo al hueso, que mezcla la vida cotidiana con la crítica social, combinada con una buena dosis de sarcasmo y humor. Demostraron que la potencia local del punk se ha cultivado durante décadas en nuestro territorio. Esta afirmación no es antojadiza, pues la agrupación se encuentra celebrando sus 20 años de existencia con una serie de presentaciones, entre las que se incluyó ser teloneros de los británicos, un lugar que tienen más que merecido.

Temas como “Todos Fuman”, “Noche de Punk Rock” o “Fuego” animaron al público que ya ingresaba, activando los primeros “pogos” de la noche y demostrando que cuentan con un público fiel que sigue y valora el trabajo de la banda. PARANOIA tiene una extensa discografía, destacándose su último trabajo de 2021, «Por qué no me morí», que tuvo ediciones en casete, CD y vinilo, mostrando un gran despliegue de producción para una banda que siempre se ha mantenido en la independencia musical y la autogestión. La banda continuará sus presentaciones por sus dos décadas de existencia, destacándose las fechas con los argentinos de Flemita el 21 y 22 de noviembre, acompañados por otras bandas locales como T.A.M, Operación Sándwich y Los Repuestos Superpuestos, entre otros.

The Adicts arraso con todo. En la previa, la efervescencia del público era latente, ya que saltaba y coreaba la música ambiente. El momento culminante llegó cuando imágenes y música de la película «La Naranja Mecánica» se mezclaron con «Blitzkrieg Bop» de los Ramones, al son del coro “Hey ho, let’s go”, cantado por toda la audiencia. Fue la antesala perfecta para la entrada de la banda, perfectamente uniformada como parte de la “Droog Army”. Su icónico vocalista, Keith “Monkey” Warren, desplegó sus alas escarlatas para dar inicio a “Let’s Go” con una lluvia de confeti y un mosh desenfrenado que ya a esa hora llenaba por completo la cancha y la galería del Teatro Coliseo.

La histórica base rítmica, comandada por Kid Dee en la batería, y el afilado corte de Pete Dee en la guitarra —ambos miembros originales y guardianes del sonido clásico de la banda— salieron con fuerza al escenario junto a Highko Strom y Kiki Kabel, en guitarra rítmica y bajo, respectivamente. Completaron un engranaje sonoro donde la frescura actual convivía con el ADN original del punk británico de principios de los 80.

Desde la primera nota, Monkey, probablemente uno de los mejores maestros de ceremonias del punk, supo que tenía al público en sus manos. Su figura escénica, entre payaso decadente y profeta del punk, no ha perdido un gramo de fuerza ni presencia. Con bombín, maquillaje blanco y gestos amplificados, se paseó como dueño de casa, lanzando serpentinas, burbujas y confeti, con una ironía dulce que se transformaba en fuerza colectiva. Así, al lanzar un mazo lleno de «Jokers», dio paso a uno de los clásicos más emblemáticos de la banda, «Joker in the Pack», haciendo que el teatro se viniera abajo, y eso que la noche apenas comenzaba.

Pero no se trataba solo de un recital. Era un rito de paso. Lo sabían quienes tenían entre 45 y 50 años, con camisetas de los discos «Songs of Praise» o «Smart Alex», y también los de 20 que bailaban disfrazados de droogies o payasos. Porque en el universo de The Adicts no hay jerarquías ni tiempos: solo un presente eterno donde la música es el hilo que une las diferencias y las transforma en una gran fiesta. El setlist fue generoso, equilibrando clásicos indispensables con joyas menos tocadas, pero igual de queridas. Temas como “Numbers”, “Chinese Takeaway” y, por supuesto, el himno “Viva la Revolution”, encendieron al público como si estuviéramos en 1982, pero sin la carga de la nostalgia, sino con la adrenalina del aquí y el ahora. Cada canción era coreada, saltada y celebrada. No hubo tregua.

Musicalmente, la banda demostró que la vejez no es una desventaja cuando hay convicción. No hay solos innecesarios, ni virtuosismo gratuito. Lo suyo siempre ha sido la canción corta, efectiva, con un estribillo que entra como un cuchillo caliente. Y en eso siguen siendo infalibles. Pete Dee, con una Gibson que parece tener la edad del primer demo, lanza riffs sencillos pero precisos. La batería, firme y constante, marca un ritmo que el cuerpo no puede evitar seguir. Y Monkey ya no canta: dirige. Su voz ya no tiene el filo adolescente, pero ha ganado en picardía, dramatismo y teatralidad, logrando un control absoluto del escenario que lo llevó a tener más de un conflicto con los encargados de seguridad, quienes bajaban rápidamente a los intrépidos que lograban subir al escenario. El histórico frontman desaprobó esa actitud y les pidió que bajaran un cambio, para que la gente se pudiera seguir divirtiendo. The Adicts sabían que una despedida no podía tener límites. La imagen cuidada, teatral y refinada del punk que construyeron contrasta con un público enérgico y rudo —en el buen sentido— que hizo del Teatro Coliseo un verdadero sauna. Seamos honestos, una banda que le canta a la ultraviolencia tampoco esperaba un público de convento, y la gente, atiborrada en la cancha, les entregó locura, desenfreno y devoción.

En el aspecto visual, el show no escatimó: lluvia de papel picado, pelotas y corazones gigantes rebotando entre el público, muñecos inflables, luces que bailaban al ritmo del bajo. Todo era parte del espectáculo total, porque The Adicts no se presentan: se escenifican. Cada gesto tiene sentido, cada momento es un guiño, una provocación, una celebración. Se ríen del rock, del punk, de ellos mismos, pero nunca del público. Hay respeto en esa teatralidad; respeto al ritual compartido.

Hubo momentos para el romanticismo con temas como “Bad Boy” o “I Am Yours”, y también otros clásicos y desenfrenados como “Johnny Was a Soldier” o “Steamroller” que sacudieron a toda la gente. Aunque esta gira tiene tintes de despedida, no hubo discursos largos ni llantos forzados. Monkey no necesitó decir “gracias” más de una vez: lo hizo con cada mirada, cada estrofa, cada guiño de payaso posmoderno. Porque ellos saben que el punk no muere: se transforma. Y si The Adicts se bajan de los escenarios después de esto, lo hacen con la cabeza en alto, sin traicionar jamás su esencia.

Al final, cuando sonó la última nota y el teatro quedó tapizado de papel picado al ritmo de «You’ll Never Walk Alone», lo que flotaba en el aire no era tristeza. Era gratitud. Era haber visto algo real. Algo raro. Una banda que supo envejecer sin ponerse seria. Una banda que entendió, como pocas, que el punk no era solo gritar: era jugar, provocar, participar y, sobre todo, compartir.

The Adicts no dijeron adiós. Dieron un abrazo. Y qué suerte haber estado ahí para recibirlo.

Setlist:
Let’s Go
Joker in the Pack
Horrorshow
Tango
Don’t Exploit Me
Johnny Was a Soldier
Straight Jacket
Numbers
Troubadour
I Am Yours
Daydreamers Night
You’re All Fools
My Baby Got Run Over by a Steamroller
Just Like Me
Who Split My Beer
Fuck It Up
Crazy
Chinese Takeaway
Bad Boy
Viva la Revolution
You’ll Never Walk Alone
Symphony No.9 in D minor, op.125 IV – Finale

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