Chico Trujillo y Los Mirlos en Teatro Coliseo: Cumbia y sabor sin fronteras

Artista invitado: Rodrigo Gallardo.
29 de noviembre 2025.

Por Ricardo Olivero.
Fotografías por Marcelo González.

La noche de ayer, Santiago vibró con una energía que trasciende épocas, escenarios y geografías. Lo sucedido en el Teatro Coliseo fue un recordatorio de por qué la cumbia viaja sin pasaporte y por qué hay proyectos que, al subirse al escenario, activan una memoria colectiva hecha de fiesta, sudor y comunidad. Chico Trujillo y Los Mirlos, dos instituciones de la música tropical —una nacida de la ebullición chilena, la otra forjada en la selva peruana—, se reunieron para demostrar que la cumbia no solo está viva: está en su mejor momento.

La noche de fiesta del sábado comenzaba con un gran protagonista, uno con una historia tan profunda como la misma raíz amazónica: Los Mirlos. La legendaria agrupación peruana, pionera absoluta de la cumbia psicodélica y amazónica, llegó con su estampa intacta. Verlos en 2025 sigue siendo emocionante no solo por su vigencia musical, sino por lo que representan. No se puede hablar de cumbia latinoamericana sin mencionar su nombre, su sonido hipnótico y esa guitarra que parece navegar ríos verdes en cámara lenta. Desde su irrupción en los años setenta, Los Mirlos han construido un legado que sobrevivió modas, cambios generacionales y barreras culturales.

La revalorización de la cumbia amazónica y la cumbia andina tropical en general en la última década tiene mucho que ver con ellos. El revival discográfico impulsado por reediciones como el compilatorio de cumbia peruana “Roots of Chicha” reabrió la puerta a una nueva audiencia global, presentando a proyectos como Los Mirlos (que nunca dejaron de tocar) a oídos curiosos de Europa, Norteamérica y Asia. Esa ola de redescubrimiento los llevó incluso a escenarios impensados años atrás, como su paso por Coachella, donde demostraron que la psicodelia no siempre viene en clave rockera y que la selva también puede ser un viaje sensorial de primera línea.

Su motor impulsor son el vocalista Jorge Rodríguez Grández y el guitarrista Danny Johnston, miembros históricos de la banda. La agrupación también incluye a otros integrantes, como los hijos de Jorge: Jorge Luis Rodríguez (director musical, piano y guitarra) y Roger Rodríguez (vocalista y güiro). La fiesta comenzaba con el sonido de la selva y de los pajaritos que dan nombre a su banda, para sumergirnos en la hipnosis de sabor con “La danza de los mirlos” y comenzar a mover el esqueleto en un Teatro que, por segunda noche consecutiva, se encontraba lleno y rendido al son de la cumbia sudamericana.

Temas como “Sonido amazónico”, “La danza del petrolero” o “El sonido de los mirlos” hacían vibrar a todo el Teatro Coliseo, que tuvo espacio para la remembranza de la cumbia peruana, tocando fragmentos de clásicos del Perú, como de la banda tropical compuesta solo por mujeres Aguabella, o también trozos de “Ya se ha Muerto mi abuelo” de Juaneco y su Combo. Esto, combinado con interpretaciones anglosajonas llevadas a la música tropical, demostró que Los Mirlos son estandartes, no solo de la cumbia peruana, sino de la música latina en general.

Hubo tiempo para promocionar su último trabajo en vinilo, El Milagro Verde, además de sacarse fotos con las banderas chilena y peruana y el público detrás, antes de que finalizara su concierto. Actuaron con la calma de una banda que ha tocado en grandes escenarios y en el matrimonio de sus familiares en plena selva. Es más, un clásico de las bandas peruanas de cumbia no se hizo esperar: la lectura de los papelitos entregados por el público, con declaraciones de amor de parejas o de admiración a la banda, mostrando esa cercanía de casa que nos brinda uno de los sonidos más populares de nuestro continente.

En el Coliseo, su presencia fue magnética. Con un sonido nítido y un repertorio que se siente eterno, Los Mirlos mostraron por qué su música no envejece. Bastaron los primeros acordes para que el público —mezcla de seguidores históricos, curiosos jóvenes y fanáticos de la cumbia en todas sus versiones— se dejara llevar por ese pulso amazónico que parece flotar, ondular y encenderse al mismo tiempo. Los clásicos sonaron con la madurez de músicos que conocen cada rincón de su oficio, pero también con la frescura de quienes siguen disfrutando lo que hacen. Su cierre con temas como “Eres mentirosa”, “A Patricia” (cover de Los Destellos) y un “Traguito de ayahuasca”, cerraron una noche para una banda que cada vez se hace más querida entre el público local.

Pero la noche tenía otro protagonista. Chico Trujillo, con más de dos décadas de carrete en el cuerpo, demostró nuevamente por qué es una banda consolidada no solo en Chile, sino también en circuitos internacionales donde su mezcla de cumbia, ska, sabor y picardía funciona con la precisión de una máquina aceitada. Su poder de convocatoria volvió a quedar en evidencia: el Coliseo reventó temprano, como si el público hubiera estado esperando esta celebración desde hacía años. En vivo, la agrupación tiene esa capacidad de transformar incluso los espacios más formales en una fiesta espontánea y transversal. No importa la edad, el barrio o el acento; cuando la banda entra en calor, la comunión es total.

Lo de anoche fue un repaso por los momentos emblemáticos de su repertorio, pero también un gesto hacia la actualidad de una banda que jamás se duerme en los laureles. Cantar con ellos es cantar con una parte del ADN popular chileno. Hay un pulso que no negocia, una vibra que se reconoce al instante y un liderazgo escénico que parece fácil, pero que se sostiene en años de carretera y de tocar frente a multitudes diversas, desde clubes pequeños hasta festivales gigantes en Europa y Estados Unidos. Lo de Chico Trujillo es una fiesta que se instala en cualquier latitud y que ya forma parte del patrimonio emocional del país.

La fiesta comenzaba con temas como “La pollera amarilla”, “Tus besos son” y “Cariñito”, tema de Los Hijos del Sol que también interpretaron Los Mirlos, pero a un clásico tocado por dos, no hay quejas, solo goce. Dentro de la fiesta, hubo un momento en donde la banda no tuvo medias tintas para, a su manera, referirse a la contingencia política. Durante la interpretación de “Pájaro cenzontle”, fue entonado un fragmento de “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, acompañado de un mensaje fuerte y claro: Este 14 de diciembre a frenar el fascismo de Kast, generando la ovación de buena parte del público y sumándose a la lista de artistas que no han tenido miedo a expresar su posición frente al actual escenario. Chico Trujillo es cumbia, pero también es conciencia, y lo dejaron explícitamente claro. Su setlist no tuvo sorpresas, solo sandías caladas como “La medallita”, “El eléctrico” y “Loca”, desatando todo el coro del Teatro repleto en sus tres pisos. Ya con “La escoba”, “Mil versiones” y “Gran pecador” nos acercábamos al final de una noche larga, que terminó tarde, como tienen que terminar las fiestas que se precien como tal.

El cruce entre ambas bandas no fue solo un acierto programático: fue un encuentro natural. Chico Trujillo siempre ha tenido un pie en la tradición y otro en la experimentación, y Los Mirlos son precisamente el puente perfecto para entender cómo las raíces se convierten en futuro. La colaboración —explícita o implícita— entre músicos que entienden la cumbia como un lenguaje vivo se sintió auténtica, respetuosa y profundamente festiva. Hubo momentos en que el público simplemente se dejó llevar, como si la música estuviera completando un círculo que une generaciones y territorios con una autoridad que solo la cumbia posee.

Hacia el final de la noche, el Coliseo era un solo cuerpo latiendo. Chico Trujillo cerró con esa fuerza que parece infinita, mientras Los Mirlos dejaron la sensación de haber presenciado algo que trasciende el calendario: un fragmento de historia viva. Juntos, ofrecieron un espectáculo que no se queda solo en la memoria auditiva: queda en las piernas cansadas de tanto bailar, en las voces gastadas de tanto gritar y en la certeza de que la cumbia —esa que une selva, puerto, barrio y escenario— sigue siendo una de las expresiones culturales más potentes del continente. “Cumbia y sabor sin fronteras” no es solo un título posible: es la descripción más fiel de una noche en que dos instituciones latinoamericanas celebraron su trayectoria y compartieron su música con un público que entendió el mensaje. Una fiesta con historia, con identidad y con un futuro que sigue expandiéndose más allá de cualquier frontera.

Setlist Los Mirlos:
La danza de Los Mirlos
Ya se ha Muerto mi abuelo
Eres mentirosa
El escape
Cariñito
Sonido amazónico
El poder verde
Muchachita del Oriente
Un traguito de ayahuasca

Setlist Chico Trujillo:
La pollera amarilla
Conductor
Tus besos son
Cariñito
Pájaro cenzontle
Y si no fuera
Medallita
Motivo real
El eléctrico
Loca
La escoba
Varga-Varga
Mil versiones
Gran pecador

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