Por Ricardo Olivero.
El próximo jueves 4 de diciembre, el Teatro Cariola recibirá nuevamente a una de las bandas más influyentes y rupturistas de la historia de la música extrema: Napalm Death. A más de cuatro décadas de su formación y con una carrera que ha desafiado todas las expectativas, los británicos regresan a Chile con una vigencia que pocas agrupaciones, de cualquier género, pueden sostener durante tanto tiempo.
Hablar de Napalm Death implica remontarse al origen mismo del grindcore, un género que no solo aceleró los límites del punk y del metal, sino que redefinió lo que significaba la música extrema. Desde sus inicios en Birmingham, la banda se posicionó como un laboratorio de sonidos: rapidez inédita, estructuras minimalistas, voces desgarradas y un enfoque político explícito, directo e incuestionable. No solo tocaban más rápido que nadie; estaban inventando un lenguaje que desafiaba a la industria, creando, hasta ese momento, la expresión (anti) musical más indigerible y extrema del planeta.
Para entender su trascendencia, es necesario volver a 1987, año en que publicaron Scum. Este debut, grabado en sesiones separadas y con dos formaciones distintas, se convirtió en uno de los discos más influyentes del metal extremo. Allí se codificó gran parte de lo que hoy se entiende por grindcore: canciones de segundos, baterías que parecían colapsar de velocidad, guitarras como sierras eléctricas y un enfoque antisistema que marcó a generaciones enteras. El hecho de que el lado B del LP ofreciera aún más velocidad y sonido extremo que el lado A generó una suerte de evolución instantánea que terminó de configurar el género.
Con From Enslavement to Obliteration (1988) afianzaron el sonido y el discurso, expandiendo el nivel de brutalidad y consolidando una ética de trabajo que los ha acompañado por décadas: girar constantemente, grabar de forma regular y seguir evolucionando incluso dentro de sus propios límites autoimpuestos. Para comprender la magnitud de Napalm Death, es crucial mencionar las bandas que surgieron al alero de sus ex integrantes: Carcass, Cathedral, Godflesh, entre otras. Además, sus filas han incluido miembros provenientes de agrupaciones fundamentales como Terrorizer o Benediction. Esta red de músicos articula un verdadero semillero de la música extrema, lo que les otorga una relevancia inagotable hasta la actualidad.
A partir de los años 90, con Barney Greenway ya instalado definitivamente como vocalista, la banda inició una etapa de transformación que incorporó elementos de death metal, experimentación rítmica y una producción sonora más pulida. Discos como Harmony Corruption (1990) y Utopia Banished (1992) les permitieron posicionarse fuera del circuito puramente underground, manteniendo la esencia del grindcore pero demostrando la capacidad de la banda para expandirse sin perder su identidad.
El público chileno conoció a Napalm Death en vivo por primera vez en 1997, en un período donde el acceso al metal extremo internacional era escaso y las visitas de bandas extranjeras aún eran eventos excepcionales. El concierto —recordado por muchos como uno de los más caóticos y viscerales de esa década— confirmó en directo lo que los discos ya prometían: una banda que tocaba al límite humano de velocidad, pero con precisión y una convicción política absoluta.
Como teloneros de la banda nacional Criminal, el grupo sacudió por primera vez los tímpanos del público chileno, marcando uno de los conciertos más brutales registrados hasta la fecha en territorio nacional. Esa primera visita, precaria en recursos pero explosiva en intensidad, abrió la puerta para que Napalm Death regresara una y otra vez. De hecho, pocos grupos de este estilo han establecido una relación tan constante con la audiencia local. Desde clubs pequeños hasta teatros completos, la banda ha crecido en convocatoria a la par de su reconocimiento global. Cada retorno ha servido para mostrar una nueva etapa de su evolución musical: más compleja, más ruidosa y, sobre todo, más comprometida con sus principios.
Resulta notable que a estas alturas Napalm Death siga publicando material relevante y no se limite a giras nostálgicas. Su disco Throes of Joy in the Jaws of Defeatism (2020) fue ampliamente destacado por la crítica gracias a su mezcla de grindcore clásico, experimentación industrial y un enfoque político acorde a los tiempos modernos. No es casualidad que el álbum haya sido considerado uno de los más frescos de su catálogo reciente: la banda continúa operando con una energía casi juvenil, pero con la madurez de quienes entienden el peso histórico de su propio legado.
Incluso sus EPs y splits recientes mantienen una postura creativa activa. Mientras otros nombres legendarios del metal extremo optan por la repetición, Napalm Death sigue trabajando en ampliar los bordes del género que ellos mismos inventaron. Barney Greenway ha insistido en entrevistas que el objetivo no es sonar como en 1987, sino seguir provocando incomodidad, tanto musical como ideológica.
Su presentación en el Teatro Cariola no solo es una oportunidad para volver a ver a una banda que cambió la historia de la música extrema; también es la prueba de su extraordinaria vigencia en pleno 2025. Hoy, Napalm Death es un referente para generaciones que ni siquiera habían nacido cuando aparecieron Scum o Harmony Corruption, pero que encuentran en ellos una honestidad política y musical difícil de hallar en otros proyectos contemporáneos.
Esta visita, sin embargo, tiene un pequeño contratiempo: la ausencia de su histórico bajista Shane Embury, el miembro más longevo de la agrupación, cuya baja se hizo notar en sus actuaciones recientes en México. Shane ha manifestado en un par de ocasiones su necesidad de dejar las giras temporalmente para concentrarse en el cuidado de su salud mental, con la intención de reintegrarse al proyecto de su vida, como lo ha sido Napalm Death. Es una baja sensible, pero tomando en consideración su última participación en el Metal Fest de Chile, donde Shane fue reemplazado por Vernon Blake, amigo y colaborador de la banda, se sabe que mantendrán una potencia única y que el show estará a la altura de lo que esperan los amantes de la música extrema.
Si se consideran sus últimas giras, el repertorio probablemente mezclará clásicos fundamentales como “You Suffer” (catalogada en su momento como la canción más corta de la historia), “Suffer the Children”, “The Kill” y “Nazi Punks Fuck Off” (cover de la mítica banda punk Dead Kennedys) con material más reciente que demuestra que la banda no vive de la nostalgia. También es habitual que Barney dedique parte del show a reflexiones políticas o sociales, algo que se ha transformado en un sello tan propio e importante como la velocidad de su música.
La visita de Napalm Death este 4 de diciembre no es solo un concierto más en la agenda de fin de año; es una instancia para ver en acción a una banda que transformó para siempre la música pesada. Desde aquel primer show en 1997 hasta hoy, la relación entre los británicos y Chile se ha fortalecido con cada visita, cada disco y cada demostración de que el grindcore, lejos de ser un estilo del pasado, sigue vivo gracias a quienes se niegan a detenerse. Después de más de 40 años, Napalm Death continúa siendo una fuerza política, musical y cultural. Y su próxima presentación en el Cariola será, sin duda, una prueba más de por qué siguen siendo indispensables.


