Banda invitada: Blackflow.
11 de diciembre 2025.
Por Ricardo Olivero.
Fotografías por Javier Martínez.
Anoche, Tiamat transformó Club Blondie en un santuario de penumbras. Fue un espacio donde las emociones se deslizaron entre sombras, la densidad del doom y esa melancolía luminosa que ha caracterizado sus casi cuatro décadas de trayectoria. El concierto, de una hora y cuarenta minutos, estuvo construido con precisión: un recorrido cuidadosamente tejido desde los abismos más pesados de su historia hasta sus pasajes más atmosféricos, demostrando que la oscuridad, cuando se ejecuta con esta elegancia, también puede ser sinónimo de belleza.
El regreso de Tiamat era largamente esperado, dieciséis años después de su mítica presentación en el Teatro Teletón junto a Moonspell (un show que ostenta la calidad de culto para quienes pudieron presenciarlo). La presentación de anoche supuso una revancha, no dejando indiferente a nadie que tuvo la oportunidad de ver a esta institución del metal mundial. Fue un reencuentro histórico del público chileno con una banda que nunca temió cambiar, mutar, abrazar su propia historia y escribir un relato distinto. Demostraron una calidad musical y una calidez humana que dejó satisfecho a todo el respetable que acudió masivamente al recinto.
Esta liturgia tuvo como aperitivo a los nacionales BlackFlow, quienes empalmaron a la perfección con el tenor de la noche. Ejecutaron un doom metal con toques sabáticos que evocaron a grandes del género como Cathedral o Paradise Lost, captando la completa atención de una fanaticada que ingresó temprano para no perderse su excelente show de apertura. Mostrando material de su álbum de 2023, Seeds of Downfall, la agrupación destacó por una ejecución poderosa y técnica, con gran presencia escénica que validó inmediatamente su participación en la oscura jornada. Sin duda, ganaron nuevos seguidores que se familiarizaron con su música durante el evento y que concurrieron a buscar su merch al finalizar la presentación.
La banda estará este 16 de enero como soporte de los suecos Dark Tranquility, en otra jornada que promete y en la cual no tenemos duda de que repetirán el notable desempeño brindado anoche. Es, sin lugar a dudas, una potente banda del género que esperamos se siga abriendo al público nacional amante de las melodías densas y sombrías.
Desde los primeros segundos, quedó claro que la banda sueca venía a honrar sus raíces más profundas. Tiamat abrió el ritual sumergiéndose directamente en Clouds (1992), uno de sus discos más influyentes y sombríos. Canciones como “In a Dream” y “The Sleeping Beauty” emergieron como espíritus que despertaban viejas heridas y recuerdos colectivos. Esta decisión no fue un simple guiño nostálgico, sino una declaración de principios: querían construir un relato desde la oscuridad primigenia, invitando al público a un descenso controlado hacia los cimientos de su identidad musical.
La atmósfera se cargó de electricidad contenida. Los riffs pesados, el tempo denso y la teatralidad de Johan Edlund, su líder histórico, principal compositor y motor evolutivo, hicieron que el arranque se sintiera casi litúrgico. Cada gesto del vocalista —cada mirada, cada movimiento estudiado— reforzaba la sensación de estar frente a un maestro de ceremonias más que a un simple frontman. Allí, en esa penumbra que parecía suspendida en el techo de Blondie, Tiamat recordó que su legado se construyó abrazando lo oscuro sin pedir permiso.
La noche, sin embargo, tuvo un corazón muy claro: Wildhoney. El disco más celebrado de su carrera fue el eje emocional del concierto, y el momento de mayor intensidad fue la interpretación de “Whatever That Hurts”. La canción cayó como un hechizo: hipnótica, abrasadora y con ese pulso psicodélico que rompió esquemas en 1994. Su estribillo —casi un mantra— pareció envolver la sala completa, mientras los juegos de luces acompañaban las transiciones con una sutileza que amplificó la experiencia. Fue uno de esos momentos donde la música no solo se escucha, sino que se siente en la piel.
El recorrido por Wildhoney fue extenso. Entre paisajes sonoros expansivos, guitarras líquidas y atmósferas cargadas de espiritualidad distorsionada, quedó claro por qué ese álbum continúa siendo considerado la obra más completa y arriesgada del grupo. Es un álbum que rescata lo mejor de sus dos mundos, su transición a una música más atmosférica y experimental, pero cargada de su pesadez y oscuridad histórica, siendo un privilegio total escuchar temas como “25th floor”, “The Ar” o “Do you dream of me?” para los fans que añoraron este momento por largo tiempo.
Entre tema y tema, Johan Edlund reforzó la conexión emocional con el público con gestos que trascendieron el protocolo. En varias ocasiones tomó la bandera chilena que un fan arrojó al escenario, la levantó frente a las luces y la besó con una mezcla de agradecimiento y afecto que Blondie celebró con ovaciones atronadoras. Ese gesto —simple, pero profundamente humano— funcionó como un puente inmediato entre artista y audiencia, sellando una complicidad que acompañó toda la noche.
El resto del set fue un repaso equilibrado de su discografía, navegando entre etapas más rock, momentos introspectivos y pasajes ambientales. Temas como “Phantasma De Luxe”, “Cold Seed”, “Brighter Than the Sun” y “Cain” reafirmaron esa versatilidad que los hace difíciles de encapsular en un solo género. Cada faceta de su sonido apareció con la madurez de músicos que entienden su propia historia y saben cómo narrarla con coherencia, recorriendo discos como Prey, A deeper kind of slumber o Skeleton Skeletron, y demostrando toda la versatilidad musical construida en su carrera.
Y cuando el viaje parecía alcanzar su punto de resolución natural, llegó el cierre que todos esperaban. “Gaia” fue el broche perfecto: un final expansivo, luminoso y espiritual que encapsuló todo lo que Tiamat representa. Fue un himno cósmico que se elevó sobre las cabezas de todos, un último abrazo sonoro que dejó la sala suspendida en una mezcla de silencio y asombro al caer la última nota.
Al terminar, el público se quedó estático, como si necesitara unos segundos para volver del trance. Y ese es, quizás, el mayor mérito del concierto: Tiamat no solo repasó su historia, sino que la reencarnó frente a nuestros ojos. Lo de anoche fue una celebración de la oscuridad en todas sus formas: introspectiva, violenta, delicada, luminosa. Un viaje perfecto, fiel a su título, hacia un rincón profundo del alma donde solo llegan las bandas que se atreven a evolucionar sin miedo.
Setlist:
Church of Tiamat
In a Dream
Clouds
The Sleeping Beauty
Divided
Will They Come?
Cain
Love in Chains
Phantasma De Luxe
Mountain of Doom
Brighter Than the Sun
Whatever That Hurts
The Ar
Do You Dream of Me?
Visionaire
Cold Seed
Messinian Letter
Wings of Heaven
Vote for Love
25th Floor
Gaia
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